lunes, 1 de septiembre de 2014

María Ángeles

UNA SENDA EN LA PENUMBRA
(Hacia el corazón de Japón)

MARÍA ÁNGELES ROBLES

Ediciones La isla de Siltolá (Levante) 2014


Leí este libro con la sensación de estar leyendo un buen libro de poesía. Sobre todo porque es el primer libro de la autora.
Un primer libro siempre debe ser leído teniendo muy en cuenta su carácter primerizo, pero en Una senda en la penumbra esta característica no se evidencia, no se hace palpable. Pienso que María Ángeles ha escrito muchos poemas antes de publicarlo, poemas que seguramente ella ha guardado en el cajón, además de ser una gran lectora, cosa que después veremos reflejada en el Índice de referencias.

Divide el libro en cinco partes basándose en las estaciones del año: empieza con la primavera, sigue con el verano, prosigue con el otoño, va a dar en el invierno y finaliza el ciclo por donde había empezado, en la primavera nuevamente, como si quisiera que la vida se prolongara más allá de la muerte invernal.

La escritura de la poeta es una escritura tranquila, serena, reflexiva, coherente con el leit motiv de su libro: la cultura oriental, y en particular, la japonesa. Nos dice en el prólogo que ha querido huir del ruido y pienso que lo ha conseguido.
Los versos se vierten en pequeños poemas en prosa con el cuidado y el detalle propios de la tradición que ama.
Nos dice que lo efímero nunca desaparece, ya en el primer poema en el ciclo que abre el libro, la estación primaveral. Creo que no es una simple paradoja sino una declaración de intenciones. Una forma de decir que la vida tiene un hálito de eternidad, que pese a nuestro carácter finito, tenemos alma, y todo lo viviente y hasta lo material, tiene ese aliento vital, esa energía, que la vida, en suma, es victoriosa ante la muerte.
María Ángeles nos dice que este libro es un dietario emocional, y cuando va a cerrar la primera parte, nos habla de la búsqueda del sí mismo. El último poema es especialmente bello. Nos habla de los dioses, de la muerte, de la nostalgia, nos dice:

Cómo olvidar las marcas en la piel ajena. Cómo no caer de rodillas ante el dios de los otros. Cómo hacer oídos sordos ante el estruendo del corazón que palpita de nuevo.

Después de estos versos, se inicia la segunda parte. Verano. Más que un dietario emocional – que también – veo en el libro un viaje, un viaje al interior de sí misma, una vivencia del paisaje que nos lleva a los mares interiores, donde el agua es fría, donde los crisantemos se marchitan – y entonces es cuando son bellos como una metáfora de la edad adulta y de la vejez – hay nieve, dolor, belleza y felicidad.
La poeta se conmueve con la vida e hilvana los poemas, también los haikus, de tal manera que además de percibir su conocimiento sobre lo que está escribiendo, conmueve también a los lectores al describir su estado interior, al mostrarnos cómo influye en ella y no sólo a nivel literario.
En ese viaje interior intuimos sus recuerdos, su memoria, sus sentimientos, plasmados de forma bella, en momentos muy asequible pero siempre de manera poética.

Otoño y siguen los paisajes – interiores y exteriores – con la misma maestría. Veo una escritura clásica en la que no faltan los elementos modernos – como por ejemplo el retrovisor de un coche – que refuerza mi creencia de que todas las palabras son poéticas, sólo es necesario tener el suficiente dominio del idioma para saber cómo colocarlas y que sean hermosas.
María Ángeles sigue siempre el mismo esquema: la estación, un título y varios poemas – cortos, normalmente – sobre el título. En otoño nos encontramos con títulos como Un último intento, Hojas muertas, Más allá, Otoño, Bosque, Canción del Otoño, Nubes, Nieve de otoño, Viento, Lo que queda.
La relación con la naturaleza es armónica y vemos en ella un paralelismo entre las emociones y los elementos.

En Invierno quiero transcribir uno de los haikus, que me parece bellísimo:

En la madera
sobrevive el invierno
como en tu pecho.

No esperemos nada, nos dice la poeta. Como si eso fuera sencillo, como si pudiéramos conformarnos con nuestros vacíos, como si el deseo se tuviera que cortar de raíz. No esperar nada, ni de la vida ni de nadie. Una aspiración, quizá, a la paz interior, para vivir ese viaje interno con serenidad.

Finaliza con primavera. La poeta ama los colores neutros, no quiere los colores vivos. Su escritura, así, no es enfática sino fluida, no hay éxtasis sino aceptación. Vislumbro una historia de amor en estos poemas calmados, serenos. Una historia de amor que se cita en medio de todas las alusiones artísticas que luego podremos encontrar en el Índice de Referencias.

Pienso que es un hermoso poemario que vale la pena leer. Las citas de los poemas no impiden una lectura acompasada, rítmica, no impiden entrar en los paisajes, en las historias insinuadas.

Quisiera terminar con versos de la poeta de esta parte final, versos acertados y llenos de belleza:


El dolor es una luz intensa que despeja tus dudas y su cuerpo desnudo la insoslayable respuesta donde apagar la culpa. 

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